“Levantaos, alzad vuestra cabeza: se acerca vuestra liberación”. “Estad siempre despiertos”
Hace tan solo unos días, me llegó a
mi Correo electrónico un cuento muy sencillo y simple, pero lleno de vida.
Se hablaba de un ciego que sentado
en la calle tenía un letrero al lado del sombrero que decía: “Soy ciego. No
puedo ver”. Pasó por allí un publicista. Se quedó mirando y contempló las pocas
monedas depositadas en el sombrero. Como buen conocedor de los efectos de la
publicidad, calladamente tomó la tablita del letrero y escribió otro. Cuando
más tarde volvió a pasar por el mismo lugar, se dio cuenta de que el sombrero
estaba lleno de billetes y monedas.
El ciego lo reconoció y le preguntó qué había escrito en su tablilla. Lo mismo que tenía usted. Solamente le di un poco más de colorido. En realidad, el publicista cambió lo de “Estoy ciego. No puedo ver”, por otro: “Soy ciego y no puedo ver la primavera”.
Ahora que comenzamos La Cuaresma, la primavera del alma, este tiempo de esperanza…podemos dar una lectura a esta historia….
“Los problemas de la vida hacen
naufragar nuestra esperanza, los vientos nos dan tumbos y tambos y perdemos el
Norte….
A la esperanza yo la llamaría la “virtud de la noche”.
No la esperanza “del día lleno de sol”, sino la esperanza “de cuando todo está oscuro y es de noche” y solo el que la tenga (la esperanza), en la obscuridad de la noche podrá ver.
Soy ciego. No puedo ver la
primavera. No puedo ver la estación más bella del año.
Soy ciego. No puedo ver las flores ni los colores.
Soy ciego. No puedo ver el despertar de los campos, ni el florecer de los árboles.
Cuánta belleza perdida por no poder
contemplarla.
Cuánta belleza tan cercana y tan lejana.
Para el que no ve, cuántas cosas
pasan desapercibidas.
Para el que no ve, cuánta bondad pasa a nuestro lado sin darnos cuenta de ella.
Para el que no ve, el mundo sigue siendo oscuro, por más que brille el sol.
Para el que no ve, cuántas primaveras perdidas.
Para el que no ve, cuánto amor que no se descubre.
Para el que no ve, cuanta luz inútil.
Para el que no ve, cuántas esperanzas perdidas.
Cuando Jesús pregunta al ciego qué desea
que haga con él, lógicamente el ciego gritó: “Que vea”.
Tal vez, la gran diferencia entre Jesús y el resto de los hombres, estuvo en el hecho de que Jesús veía lo que el resto no veía. (Tenía la Visión)
Donde los fariseos veían a un leproso inmundo, Jesús contempló a un hermano suyo, hijo también del Padre.
Jesús veía la primavera.
Donde los fariseos veían a un ciego molesto, Jesús descubrió a un hermano con tremendas ganas de ver la luz.
Jesús veía la primavera.
Donde los fariseos veían el “sábado” Jesús ya contemplaba “el domingo”, el día del Señor, el día de la Pascua.
Jesús veía la primavera.
Donde los discípulos veían el término y el fracaso del Maestro, maldito en la cruz, Jesús sentía el comienzo de todo lo nuevo.
Jesús veía la primavera.
Mientras los fariseos veían en Jesús
a un pecador, el paralítico lo reconoció como el Mesías de Dios.
El paralítico veía la primavera.
Mientras los fariseos veían en Jesús a alguien que profana el sábado, Jesús ve la santidad de la persona humana.
Jesús veía la primavera.
Mientras unos no vemos sino maldad
en el mundo, Dios sigue todavía creyendo en él y ve la bondad de Sus Hijos.
Dios ve la primavera del Hijo que se está madurando para dar frutos.
Mientras unos no vemos sino desgracias, otros ven que todavía hay corazones generosos.
Estos ven la primavera de un Hijo capaz de creer lo que el Señor le ha dicho.
Mientras unos no vemos sino desesperanzas, fracasos, otros descubren oportunidades.
Estos ven la primavera de un mundo que espera la Pascua de Resurrección.
Todavía nos quedan muchas primaveras,
que no vemos.
Todavía nos quedan muchas primaveras, de Nuestra Familia de la Luz que no adivinamos.
Todavía nos quedan muchas primaveras de amor que ya están brotando.
No todo es tan malo en el mundo. Hay
mucho de bueno. La diferencia está en que, mientras unos sólo ven lo malo,
otros son capaces de percatarse de lo bueno. Todos viviendo en un mismo mundo.
Todos, los unos al lado de los otros. Pero unos ven el amanecer primaveral,
otros siguen metidos en el frío invierno. Unos sólo ven la desgracia, otros ven
que “se acerca nuestra liberación”.
Entramos en ese tiempo de Cuaresma.
Nuestro mundo sigue siendo el mismo.
Pero Dios está encendiendo una luz de esperanza, los vientos primaverales están soplando, se hará luz de liberación y salvación como testimonio de un Reino, de una Promesa de Una nueva Vida. Por eso la cuaresma comienza a invitarnos a “levantar la cabeza” y ver más lejos que las duras realidades de cada día. Es tiempo de preparación, es tiempo de interiorización, es tiempo de dominio propio, es tiempo de fe….demos la bienvenida a la primavera de la esperanza, demos la bienvenida a Cristo en ti”.
Preparémonos para recibir a nuestro
Señor, Su mensaje, Su enseñanza, Su camino y Su huella que seguimos seguros de
que el final está garantizado por Dios y para ello usaremos este tiempo
cuaresmal a favor de la Verdad, en la Verdad y fieles a la Verdad…digamos como
el ciego le dijo a Jesús: QUIERO VER!!! Y estamos seguros que Jesús encenderá
la Luz y veremos….veremos, Su Visión es nuestro regalo. Preparémonos para
recibirlo.
Que brille para siempre La Luz de la
Esperanza en ti, que tu vida sea una primavera llena de color, de alegría, de
fe, que las azucenas del perdón florezcan en esta primavera para que en la
Pascua de la resurrección veas al Hijo de
Dios, veas el mundo Real, veas el Camino claro y el Viento del Espíritu
soplando para llevarte a la orilla donde
estarás a salvo con Tu Padre y veras el mundo que Él creó….tu mundo.
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