lunes, 29 de agosto de 2016

PERDÓN I Haskell

Este es un escrito que funciona como complemento al estudio de Un Curso De Milagros de las lecciones 57 a la 63 escrito por Brent A. Haskel en conjunción de Jesús. Podrás seguir esta lectura escuchando el siguiente audio

Perdón (I) [lecciones 57-63]

     Saludos de nuevo. Soy Jeshua. Hoy he venido
para seguir contigo mi comentario de:
     Un curso de milagros.

     Hoy deseo conversar un poco contigo
sobre las primeras nociones acerca del perdón.

     Ya has leído
que el perdón es de lo que trata este Curso,
que el perdón es tu salvación,
que el perdón es tu felicidad,
que el perdón es la luz en la cual verás.

     La lección también decía, “Dios es la luz en la que veo” (L44).

     Por tanto, el perdón es de la mayor importancia.
     Con toda probabilidad, no entiendes el perdón.
     Una de las lecciones previas decía que
no sabes cuál es el propósito de nada.

     Esta es una oportunidad para que abras tu ser
y reconozcas tu falta de entendimiento.

     Porque al hablarte del perdón, y de lo que ello realmente significa,
tu experiencia empezará a ir más allá de este mundo,
más allá de tu pensamiento, de tus ideas,
más allá de todo lo que te separa
de la realidad de lo que eres,
que es el Hijo de Dios.

     Hay una cosa acerca del perdón
que necesitamos mencionar en seguida.

     La oirás una y otra vez,
pues para todos vosotros en este mundo, en esta tierra,
esto es de extrema importancia.

     Lo que discutiremos enseguida
es lo que NO ES el perdón.

     El perdón NO ES, nunca, por ninguna razón, de ninguna manera,
perdonar a alguien por lo que él te ha hecho a ti.

     El pensamiento tradicional acerca del perdón,
está basado en la creencia de que ALGUIEN
te ha hecho algo inapropiado, injustificado…
se basa en la creencia en que algún acto,
de parte de una o varias personas,
ya sean seres queridos o enemigos,
algún acto…
ha supuesto algo que te ha hecho infeliz,
algo que te ha herido.

     Estoy seguro de que esta noción te resulta familiar.
Y, cuando perdonas,
la idea siempre ha sido que tú, de alguna manera,
mirarías más allá, pasarías por alto los errores que ellos han cometido.

     Y entonces, dirías,
“te perdono por haberme hecho este mal a mí”.

     Eso es, en cierto sentido, tu definición del pecado.

     Pero en este Curso has leído,
y sin duda que lo oirás de nuevo,
que no hay pecado. No hay culpa.

     Ningún ser puede ocasionarle un mal a otro.

     Escúchame bien.

     Siempre que quieras, aunque solo sea en la imaginación,
perdonar a otro por lo que él te ha hecho,
entonces, lo que realmente estás haciendo,
es atacar a esa persona,
y atacarte a ti mismo.

     Pues estás diciendo –¿no es así?– que es posible
que él pueda haberte hecho algún mal (cualquier cosa).

     Y si fuera posible que alguno de tus hermanos
haya podido jamás hacer algo así,
entonces sería posible igualmente que tú
pudieras hacer lo mismo.

     Si es posible que tu hermano pueda pecar,
entonces es posible que tú también.

     Así, el pecado se convierte en una realidad en tu mente.
Cuando lo afrontas por ti mismo diciendo,
“te perdonaré por lo que me has hecho”,
estás atacando perversamente tu propia invulnerabilidad.

     Y la lección decía,
“Mis pensamientos de ataque
están atacando mi propia invulnerabilidad” (L26).

     Ahora, de nuevo, escúchame bien.

     Tú eres el Hijo de Dios.

     Eres una expansión de la Mente de Dios Mismo.

     En ese sentido tú eres Dios.

     Y, como Dios, eres invulnerable,
te guste o no.

     ¿Qué significa eso, de nuevo?

     Significa que no puede pasarte absolutamente nada en tu vida,
en esta o en cualquier otra forma de tu vida,
a no ser que suceda por tu propia voluntad,
tu propio designio y tu propia elección.

     Es imposible que ningún ser te haga nada A TI, nunca.

     Diremos frecuentemente que nunca mires fuera de ti mismo,
porque no hay nada allí.

     Solo está tu Ser, y tú ERES toda la Creación.

     Esta verdad se convertirá en algo natural para ti, en una segunda naturaleza.

     Pero si por ahora la idea resulta difícil, no te preocupes.

     Simplemente escúchame de nuevo.

     Nadie puede hacerte nada A TI, nunca.

     Cuando te abras más y más a ese pensamiento,
a esa comprensión, y a la experiencia subyacente,
llegarás a reconocer que toda tu experiencia,
es, de hecho, tu propia elección,
incluso las que llamas dolor, miseria y daño.

     Y todas tus vanas fantasías
de que puedes ser infeliz
son solo tu propia elección.

     Escúchame bien.
     Si cualquier otro ser parece participar
en la representación de tu decisión por la infelicidad,
es solo producto del amor,
y porque tú quisiste que él tuviera ese papel.

     Así, ¿cómo es que tú, cuando deberías decir “gracias”,
cambias y dices,
“te perdono por el mal que me has hecho?”.

     Ya debería estar claro
que el “perdón” nunca es perdonar a alguien
por lo que te ha hecho.

     Es imposible que nadie pueda HACERTE jamás algo a ti.

     Si estás enfadado, nunca te engañes a ti mismo pensando
que estás enfadado con alguien.

     Estás enfadado contigo mismo.

     Si estás herido, nunca te engañes pensando
que otro te ha herido.

     Porque solo te has herido a ti mismo.

     Así, nunca sientas que perdonar a otro
es algo amoroso, apropiado,
o bueno, o gentil.

     Porque él no pudo hacerte,
no puede hacerte, y no te hará
nada A ti.

     Lo que llegarás a constatar
en lo más íntimo de tu ser
al considerar el perdón de algún otro,
es que el perdón consiste solo en darte cuenta dentro de ti mismo
de que nunca hay, y nunca puede haber,
nada que perdonar.

     El tema ni siquiera surgirá.

     ¿Y qué hay de “perdonarte a ti mismo”?
     ¿Debes perdonarte a ti mismo cuando cometes un error?
     ¿Debes perdonarte a ti mismo por no estar totalmente iluminado?
     ¿Qué haces si sientes que estás equivocado,
que has ELEGIDO dolor, enfermedad, o daño?

     Estás creyendo en tus pensamientos que te dicen que,
si estuvieras más avanzado,
si estuvieras totalmente iluminado, por así decirlo,
entonces no podrías estar sintiendo dolor.

     Y por tanto concluyes que debes ser malo, que debes estar equivocado.

     ¿Ves que es lo mismo?

     Si puedes llegar a un momento de frustración,
y calificarte a ti mismo de malo,
o de imperfecto, tal y como tú lo entiendas,
entonces, tu hermano se convierte igualmente en alguien capaz de ser malo, de errar.
Así, generas rabia hacia ti y hacia él,
y ocurre exactamente de la misma manera, aunque quizás sea más sutil,
que cuando eliges perdonarle,
o culparle, por hacerte algo a ti.

     ¿Hay alguna diferencia
entre acusar a tu hermano por hacerte algo a ti,
y culparte a ti mismo por algo que te has hecho a ti mismo?

     Tú eres el Hijo de Dios.

     Eres la expansión de la Mente de Dios.

     Eres un ser todopoderoso, un ser de Luz,
un ser de absoluta verdad y absoluto Amor.

     No hay nada que puedas desear o necesitar.

     Y tu único propósito en esta tierra
es soltar todo lo que te impediría comprender
que lo que acabo de decir es cierto.

     Al final, como tu perdón es tu salvación,
y como tu perdón es la salvación del mundo,
tu perdón solo perdona todas esas cosas
que podría parecer que, de alguna manera,
te apartan del conocimiento de que tú eres
el invulnerable Hijo de Dios,
un ser de Luz y de Amor.

     Toma esta idea ya mismo, y trata de sentir su realidad.

     El verdadero perdón consiste simplemente en desestimar todos esos obstáculos
que parecen separarte de tu herencia,
de tu verdadera naturaleza como el Hijo de Dios.

     Regresemos por un momento a la idea de culparte a ti mismo,
y de entonces tener que perdonarte por hacerlo.

     Si piensas por un momento,
comprenderás que siempre que te culpas a ti mismo,
todo lo que estás haciendo es tratar con el tiempo.

     Cuando escuchas, dentro de tu ser,
la verdad de que eres el Hijo de Dios,
que eres invulnerable,
ya sabes que eres perfecto,
que ese perfecto amor y felicidad SON tuyos.

     Pero, lo que sientes cuando vives en esta tierra,
es que el perfecto amor y la felicidad perfecta
SERÁN tuyos.

¿Ves la diferencia?

     Lo que te estás haciendo cuando te culpas a ti mismo
por no ser perfecto ahora,
es adorar el tiempo.

     En la medida en que alguna vez te sientas frustrado
por no estar totalmente iluminado,
por no estar completamente en paz,
por no estar curado de todo dolor,
de todas las enfermedades y todas la tristezas…
lo que estás haciendo es reafirmar eso que llamas “tiempo”.

     Y estás eligiendo el tiempo por encima de la Voz de Dios.

     Ahora bien, hacer eso no constituye un mal para ti,
porque tu elección de venir y vivir en la forma humana
es la elección de EXPERIMENTAR tu cuerpo, el espacio y el tiempo.

     Y tu perdón te llevará más allá de todos esos obstáculos,
los más importantes de los cuales son tu cuerpo, el espacio y el tiempo mismo.

     En tu perdón serás liberado
de la prisión del espacio, del tiempo y de tu cuerpo.

     Porque estos son solo productos de los pensamientos que tienes.
Y ya hemos dicho antes, a menudo,
que tus pensamientos no significan nada.

     Tu perdón te conducirá a un punto
donde reconocerás, más allá de tus ideas y pensamientos,
que tu cuerpo y que el espacio y el tiempo mismos
son solo tus pensamientos, que no significan nada,
y que definitivamente no son reales.

     Por tanto, tú eres libre.

     Así, en tu perdón serás libre.

     Escúchame bien.

     He dicho, SERÁS libre.

     Porque yo honro, con amor, tu creencia en el tiempo.

     No te llamo “malo” ni digo que estés “equivocado”
por haber elegido ser un ser humano,
para vivir en esta tierra.

     Tampoco te consideres tú así.

     Cuando te sientes frustrado, cuando te sientes enfermo,
cuando te sientes deforme, cuando sientes dolor en tu vida,
cuando sientes que la vida es compleja y que no tienes respuestas,
comprende que lo que estás haciendo es
creer en el tiempo y en el espacio
principalmente en el tiempo.

     Ahora, empieza a sentir dentro de tu ser
que el tiempo pasará.

     Entonces, todo lo que calificaste de frustración,
y de miedo, de duda y dolor,
pasará,
pues, en ausencia del tiempo, eso no puede ni existir.

     Por un momento juega con este pensamiento.

     Imagina que no hubiera pasado;
imagina que no hubiera futuro;
entonces observa qué queda que puedas temer.

     Comprenderás enseguida que no hay NADA.

     Recuerda esa lección que decía, “No hay nada que temer” (L48).

     Cuando escribí esa lección,
sabía que el espacio y el tiempo,
y todos los obstáculos que ellos representan
ante la verdad de lo que tú eres como el Hijo de Dios,
son solo tus pensamientos,
y no significan nada.

     Pues tú eres libre.

     Por ahora, es suficiente con que estés en un punto
donde comprendes que el espacio y el tiempo PASARÁN.

     Y mientras creces dentro de la belleza,
la paz y la alegría del perdón,
esto es lo que estarás perdonando:
el espacio, el tiempo y vuestros cuerpos.

     Porque sin todo ello
no te llevaría nada de tiempo comprender
que nadie puede hacerte nada a ti.

     Pues tú, junto con Dios, eres el creador del universo.

     Y, en ese momento, reconocerás tu libertad.

     Por ahora, cuando te sientas tentado de culparte a ti mismo,
comprende que lo que estás haciendo es
tratar de honrar el espacio y el tiempo,
y de honrar pensamientos que, al final,
no significan nada.

     Entonces regresa a la lección donde decías,
“No entiendo cuál es el propósito de nada”.

     Regresa a la lección que dice,
“La Voz de Dios me habla durante todo el día” (L49).

     Y regresa siempre a la lección que dice,
“No hay nada que temer” (L48).

     Cuando dejes tus miedos,
que son tu creencia en el espacio y el tiempo,
empezarás a comprender que la Voz de Dios, de hecho,
te habla todo el día.

     Y empezarás a oír esa Voz.

     En ese momento
vas a ver que la complejidad de tu vida desaparece.

     Te encontrarás sabiendo qué hacer,
qué decir y qué ser.

     Habrá una certeza dentro de ti.

     La certeza te conducirá a la paz.

     De la paz vendrá la alegría.

     En tu alegría reconocerás que no hay nada que temer.

     Y en tu liberación del miedo,
estarás creciendo en el perdón.

     Nunca te veas como equivocado.

     Solo retrocede y di,
“No entiendo el propósito de nada”.

     Entonces haz todo lo que puedas para abrirte a la Voz de Dios,
que te habla durante todo el día.

     Cuando te abras, oirás la Voz de Dios.

     Y lo único que te aparta de seguir la Voz
es tu creencia en el espacio y el tiempo.

     Según escuches la Voz de Dios,
haz todo lo que puedas para decir “No hay nada que temer” (L48).

     Pues entonces estarás yendo
hacia tu libertad,
y tu paz,
y tu alegría,
y al amor.

     Mas sobre todo no te consideres “malo”, equivocado.

     No puedes estar equivocado, pues eres el Hijo de Dios.

     Tú eres la expansión de la Mente de Dios Mismo.

     Eres la felicidad, la alegría, la luz,
y la belleza del universo entero.


     Bendiciones para todos. Eso es todo.

Para escuchar audio: Aquí 

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Autor: Brent A. Haskel
Obra: VIAJE MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS
Enlaces relacionados:  unplandivino.net
Para escuchar audio: Aquí 
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Perdón II en siguiente salto de Pag.


Este es un escrito que funciona como complemento al estudio de Un Curso De Milagros de las lecciones 113 a la 119 escrito por Brent A. Haskel en conjunción de Jesús. Podrás seguir esta lectura escuchando el siguiente audio


Perdón (II) [lecciones 113-119]

     Saludos de nuevo. Soy Jeshua. Hoy he venido
para seguir, contigo, mi comentario sobre
Un curso de milagros.

     Ya hemos hablado antes del perdón.

     Hoy hablaremos más sobre lo mismo.

     Recordarás que te hablé enfáticamente,
acerca de algo que el perdón NO es.

     Nunca se trata de perdonar a alguien, o a algo,
por lo que él, o eso, “te hizo”.

     Una gran parte de tu libertad llega a ti
cuando te das cuenta de que tal cosa no puede suceder.

     Tú eres invulnerable.

     Tú, en verdad, creas tu propia existencia,
hasta el más mínimo aspecto de ella.

     Nada puede sucederte sin que sea
con tu permiso y tu elección.

     Así que NUNCA pienses que el perdón
se da cuando perdonas a otro lo que él o ella te hizo.

     Ahora, para ahondar más en ello,
el perdón es tu única función aquí.

     Definitivamente el perdón es la fuente
de tu felicidad y de tu alegría.

     Es común, en este mundo del ego, que cuando a alguien
se le presentan este tipo de ideas, diga,
“¿cómo me puede beneficiar esto?”.

     Pues aún tiendes a pensar como si estuvieras separado,
como si tuvieras intereses especiales.

     Sin embargo, eso no importa.

     Porque, así como el perdón bendice a tu Ser Uno, a tu Único Ser,
también le brinda grandes bendiciones a tu pequeño yo.

     Así que cuando hablamos del perdón,
date cuenta de que hay una diferencia entre
la manera en que tu Ser Uno experimenta el perdón,
y la manera como tu pequeño yo hace lo mismo.

     Pero ambos reciben solo bendiciones.

     De nuevo te recuerdo que,
cuando leas estas palabras, trata de no pensar, trata de no analizar,
como si esta fuera cierta enseñanza didáctica.

     Solo trata de experimentar,
y de permitir que eso que sientes
se convierta en ti mismo.

     Supón que fuera verdadero, solo imagínalo, si puedes,
supón que tú REALMENTE FUERAS invulnerable.

     Trata de imaginar que sabes, en el nivel más profundo de tu ser,
que nunca nadie te puede hacer nada a ti.

     Entonces, encontrarás que gran parte de tu perdón ya se daría allí.
     Nunca culparías a otro;
nunca acusarías a otro ser,
nunca culparías a ninguna circunstancia
por NADA.

     Escúchame bien.

     Nunca culparías a Dios
por ser la causa de cualquier cosa que entre a tu vida.

     Ahora bien, al imaginar que A TI NO puede PASARTE NADA,
¿dónde queda tu ira?

     He dicho en este Curso
que la ira nunca esta justificada1. Y eso es verdadero.

     Cada regalo que das, te lo das a ti mismo.
     Cada vez que expresas ira hacia tu mundo,
sea hacia una persona o una circunstancia,
solo la diriges hacia ti mismo.

     Y en el reconocimiento de que, como el Hijo de Dios,
tú eres verdaderamente invulnerable,
tu perdón te libera
de todos los efectos de tu ira.

     Trata de sentir, trata de imaginar,
cómo sería no sentirse nunca con ira.

     Trata de sentir, imaginar, cómo sería nunca estar enfadado,
pero ya no por el hecho de que estés reprimiendo la ira,
sino en virtud del hecho de que la ira
sea algo inconcebible para tu Espíritu.

     Piensa por un momento en las veces que, en tu vida,
has estado enfadado, enfadada.

     Piensa cómo hizo que te sintieras casi enfermo,
que no te sintieras bien por dentro,
que no hubiera paz,
que no hubiera amor en esos momentos.

     Tu perdón te liberará de todos esos efectos.

     Así, al constatar que tú, como el Hijo de Dios,
eres el amo de tu vida,
te liberas del profundo desasosiego que sientes
cuando parece que alguien te ha herido.

     Te liberarás del profundo desasosiego
que necesariamente penetra en tu ser
cuando estás enfadado con alguien.

     Te liberas del miedo
a que alguien pueda hacerte algo a ti.

     Imagina, aún más, si puedes, aquel aspecto de tu perdón.

     En tus relaciones, aquí en la tierra,
piensa en lo común que es reprimir, retener,
retener tu amor,
retener tu alegría,
retener tu espontaneidad,
por temor a que alguien
TE HAGA ALGO A TI
SI DETECTA TU ALEGRÍA Y TU AMOR
.

     Podría ser tan simple como que frunciera el ceño,
o bien que dijera “no apruebo eso”.

     O bien podría suceder que literalmente
te atacara y quisiera quitarte algo
que valoras en tu vida.

     Tu perdón,
que estará basado en el reconocimiento
de que todos los regalos que das te los das a ti mismo,
y del reconocimiento de tu invulnerabilidad,
te liberará de esos miedos.

     Entonces, trata de nuevo de imaginar, por así decirlo,
que tu miedo SE HA IDO,
pero no porque hayas avanzado con el pecho por delante
decidiéndote a ser bravo,
y a enfrentar con coraje lo que pudiera ocurrirte.

     No, solo trata de imaginar que tu miedo SE HA IDO,
se ha ido totalmente, como la niebla ante el sol de la mañana.

     Trata de imaginar que tu miedo no está allí
porque tu ser no puede concebirlo.

     Imagina que no te cuesta liberarte de tu miedo,
simplemente porque NO ESTÁ ALLÍ.

     Ya sea que estés viviendo como tu Ser Uno,
o que aparentes vivir como tu pequeño yo,
el perdón te ofrece simplemente esa liberación de tu miedo.

     ¿Y, quién de entre vosotros, pudiendo elegir,
no elegiría liberarse totalmente del miedo?

     Recuerda, esa liberación empieza con una calma,
con una cierta paz y una certeza.

     Empieza con el reconocimiento de que tú, como el Hijo de Dios,
eres el creador de cada aspecto de tu vida.

     Escúchame bien.

     No importa, en este momento,
si eres consciente de las razones por las cuales hiciste tus elecciones.

     De hecho, irás más allá
de haberlas necesitado conocer jamás.

     Entonces, si en tu existencia,
pareces estar eligiendo
cosas que crees que no has elegido,
cosas que activamente NO disfrutas,
entonces, la clave para tu perdón y para tu felicidad,
será mantener la comprensión de que,
aun cuando parezcas frustrado,
en realidad tú, en algún nivel,
has elegido lo que estás experimentando.

     Verdaderamente, eres invulnerable.

     Verdaderamente, ERES el Hijo de Dios.

     Así es como la constatación de que tú ERES tal y como Dios te creó,
es la clave para tu perdón,
y la clave para tu libertad.

     Trata de imaginar, de sentir estas cosas,
tan a menudo como puedas.

     Pues cuanto más lo sientas,
más cerca estarás del día en que se convierta en ti,
más allá de tu pensamiento, más allá de tu análisis,
incluso más allá del concepto sobre quien tú eres.

     Hablo del “concepto de quien tú eres”.

     He hablado muchas veces antes
acerca del hecho de que tu creencia en ti mismo
como un individuo separado
es la causa de todos tus problemas.

     Esa creencia es la base de la separación,
que es el único problema de este mundo.

     Y así es como tu perdón te liberará
del dolor, del miedo, de la duda y la miseria
que tu creencia en la separación te brinda.

     Trata de nuevo, por un momento, de imaginar
que tú ERES, como he dicho, el SER UNO.

     Trata de imaginar que no hay separación
entre tú y cualquier otro ser,
ninguna separación entre tú y cualquier circunstancia.

     Hay solo el SER UNO,
moviéndose en una espléndida existencia armónica,
reflejando toda ella el hecho de que tú eres el Hijo de Dios.

     Existe ciertamente confusión en este mundo.

     Pero la armonía de la existencia siempre está ahí.

     No puedes destruir el hecho de que tú únicamente eres el Ser Uno.

     Entonces, intenta de nuevo imaginar que solo existe el Ser Uno,
y que el mundo ES, por entero, tú.

     Este es el paso que va más allá de la creencia
en que tú, un INDIVIDUO, estás en armonía con tu mundo.

     Este es el discernimiento de que tu mundo, ES tú.

     Trata, si puedes, de imaginar eso.

     Imagina que SUPIERAS que no hay nada en la existencia
salvo la completitud, la plenitud,
y la Unicidad de lo que TÚ ERES.

     Pues entonces tu perdón te conduce a una nueva libertad,
donde el conflicto y el miedo se hacen inconcebibles.

     En tu verdadero perdón, serás capaz de renunciar
a esa idea de que existen aspectos separados en tu experiencia,
que necesitan ser reconciliados o llevados a la armonía.

     Tu verdadero perdón te conduce al punto
donde constatas que todo es Uno.

     Eso es meramente una manera diferente de expresar el hecho
de que tú ERES invulnerable.

     Entonces, trata de imaginar que SABES, en cualquier circunstancia,
que TODO ELLO –incluyendo los seres en esa circunstancia–
ES LITERALMENTE tu Ser Uno, completo y total.

     Pues entonces, cuando contemplas una experiencia,
que es realmente solo tu Ser, Tú Mismo,
tu perdón te liberará para poder experimentar
todo eso que esté allí
con total apertura y libertad.

     Tu perdón te permitirá ESTAR
sin consideraciones sobre el pasado o el futuro,
sin preocupación ante cualquier circunstancia que pudiera llegarte.

     Intenta, dentro de tu ser,
EXPERIMENTAR tu Ser Uno.

     Si has sentido eso, aunque sea escasamente,
luego trata de imaginar que te sientes separado
de cualquier parte de tu experiencia.

     Pues las dos creencias son absolutamente incompatibles.

     Si te sientes separado, entonces regresa,
y trata de nuevo de experimentar tu Ser Uno.

     Primero esto supondrá para ti nada más que una idea;
luego llegarás a lo que podrías llamar “un sentimiento de certeza”.

     Y entonces, se convertirá en la realidad de lo que tú eres.

     De nuevo, el perdón te libera de creer
que cualquier parte de tu existencia está separada de ti.

     Y si ninguna parte de tu existencia está separada de ti,
entonces estás absolutamente a salvo.

     Así que, ya sea en el nivel de tu Ser Uno,
o en el nivel de tu pequeño yo,
tu perdón te brindará la seguridad, la paz,
y la libertad para poder experimentar sin miedo.

     Hay más, y podríamos seguir.

     Pero por ahora es suficiente si, por un momento,
puedes sentir dentro de tu ser la seguridad,
la libertad, el gozo y la paz
que tu perdón te brindará.

     Nunca te olvides de que la meta es ir más allá de las palabras,
más allá de los pensamientos,
hacia tu experiencia.

     Si, cuando tratas de imaginarlo,
no experimentas eso que te he dicho,
no desfallezcas.

     Simplemente regresa a las ideas.
Juega con ellas como un niñito, como una niñita.

     Piensa en ellas tan a menudo como puedas,
y permite que crezcan dentro de tu ser.
Pues, en tu mundo del tiempo,
esta es una manera simple
de poder convertirte en lo que tú eres.

     Siempre recuerda que el tiempo no es necesario.
     Podrías liberarte en un instante.
     Solo en la medida en que creas en las limitaciones de tu tiempo,
elegirás que liberarte te lleve tiempo.

     Pero, en cualquier evento,
estás absolutamente a salvo, y eres absolutamente amado, amada.

     Y llegarás a conocer el perdón
y las bendiciones que él te brinda –te lo prometo.

     Pues cuando concedes el perdón sobre tu propia vida,
automáticamente lo recibes.

     Y todas esas bendiciones de las que he hablado,
son tuyas.


     Bendiciones para todos. Eso es todo.

Para escuchar audio: Aquí 

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Autor: Brent A. Haskel
Obra: VIAJE MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS
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