Este es un escrito que funciona como complemento al estudio de Un Curso De Milagros de las lecciones 57 a la 63 escrito por Brent A. Haskel en conjunción de Jesús. Podrás seguir esta lectura escuchando el siguiente audio
Perdón (I) [lecciones 57-63]
Saludos de nuevo. Soy Jeshua. Hoy he venido
para seguir contigo mi comentario de:
Un curso de milagros.
Hoy deseo conversar un poco contigo
sobre las primeras nociones acerca del perdón.
Ya has leído
que el perdón es de lo que trata este Curso,
que el perdón es tu salvación,
que el perdón es tu felicidad,
que el perdón es la luz en la cual verás.
La lección también decía, “Dios es la luz en la que veo” (L44).
Por tanto, el perdón es de la mayor importancia.
Con toda probabilidad, no entiendes el perdón.
Una de las lecciones previas decía que
no sabes cuál es el propósito de nada.
Esta es una oportunidad para que abras tu ser
y reconozcas tu falta de entendimiento.
Porque al hablarte del perdón, y de lo que ello realmente significa,
tu experiencia empezará a ir más allá de este mundo,
más allá de tu pensamiento, de tus ideas,
más allá de todo lo que te separa
de la realidad de lo que eres,
que es el Hijo de Dios.
Hay una cosa acerca del perdón
que necesitamos mencionar en seguida.
La oirás una y otra vez,
pues para todos vosotros en este mundo, en esta tierra,
esto es de extrema importancia.
Lo que discutiremos enseguida
es lo que NO ES el perdón.
El perdón NO ES, nunca, por ninguna razón, de ninguna
manera,
perdonar a alguien por lo que él te ha hecho a ti.
El pensamiento tradicional acerca del perdón,
está basado en la creencia de que ALGUIEN
te ha hecho algo inapropiado, injustificado…
se basa en la creencia en que algún acto,
de parte de una o varias personas,
ya sean seres queridos o enemigos,
algún acto…
ha supuesto algo que te ha hecho infeliz,
algo que te ha herido.
Estoy seguro de que esta noción te resulta familiar.
Y, cuando perdonas,
la idea siempre ha sido que tú, de alguna manera,
mirarías más allá, pasarías por alto los errores que ellos han cometido.
Y entonces, dirías,
“te perdono por haberme hecho este mal a mí”.
Eso es, en cierto sentido, tu definición del pecado.
Pero en este Curso has leído,
y sin duda que lo oirás de nuevo,
que no hay pecado. No hay culpa.
Ningún ser puede ocasionarle un mal a otro.
Escúchame bien.
Siempre que quieras, aunque solo sea en la imaginación,
perdonar a otro por lo que él te ha hecho,
entonces, lo que realmente estás haciendo,
es atacar a esa persona,
y atacarte a ti mismo.
Pues estás diciendo –¿no es así?– que es posible
que él pueda haberte hecho algún mal (cualquier cosa).
Y si fuera posible que alguno de tus hermanos
haya podido jamás hacer algo así,
entonces sería posible igualmente que tú
pudieras hacer lo mismo.
Si es posible que tu hermano pueda pecar,
entonces es posible que tú también.
Así, el pecado se convierte en una realidad en tu mente.
Cuando lo afrontas por ti mismo diciendo,
“te perdonaré por lo que me has hecho”,
estás atacando perversamente tu propia invulnerabilidad.
Y la lección decía,
“Mis pensamientos de ataque
están atacando mi propia invulnerabilidad” (L26).
Ahora, de nuevo, escúchame bien.
Tú eres el Hijo de Dios.
Eres una expansión de la Mente de Dios Mismo.
En ese sentido tú eres Dios.
Y, como Dios, eres invulnerable,
te guste o no.
¿Qué significa eso, de nuevo?
Significa que no puede pasarte absolutamente nada en tu vida,
en esta o en cualquier otra forma de tu vida,
a no ser que suceda por tu propia voluntad,
tu propio designio y tu propia elección.
Es imposible que ningún ser te haga nada A TI, nunca.
Diremos frecuentemente que nunca mires fuera de ti mismo,
porque no hay nada allí.
Solo está tu Ser, y tú ERES toda la Creación.
Esta verdad se convertirá en algo natural para ti, en una segunda naturaleza.
Pero si por ahora la idea resulta difícil, no te preocupes.
Simplemente escúchame de nuevo.
Nadie puede hacerte nada A TI, nunca.
Cuando te abras más y más a ese pensamiento,
a esa comprensión, y a la experiencia subyacente,
llegarás a reconocer que toda tu experiencia,
es, de hecho, tu propia elección,
incluso las que llamas dolor, miseria y daño.
Y todas tus vanas fantasías
de que puedes ser infeliz
son solo tu propia elección.
Escúchame bien.
Si cualquier otro ser parece participar
en la representación de tu decisión por la infelicidad,
es solo producto del amor,
y porque tú quisiste que él tuviera ese papel.
Así, ¿cómo es que tú, cuando deberías decir “gracias”,
cambias y dices,
“te perdono por el mal que me has hecho?”.
Ya debería estar claro
que el “perdón” nunca es perdonar a alguien
por lo que te ha hecho.
Es imposible que nadie pueda HACERTE jamás algo a ti.
Si estás enfadado, nunca te engañes a ti mismo pensando
que estás enfadado con alguien.
Estás enfadado contigo mismo.
Si estás herido, nunca te engañes pensando
que otro te ha herido.
Porque solo te has herido a ti mismo.
Así, nunca sientas que perdonar a otro
es algo amoroso, apropiado,
o bueno, o gentil.
Porque él no pudo hacerte,
no puede hacerte, y no te hará
nada A ti.
Lo que llegarás a constatar
en lo más íntimo de tu ser
al considerar el perdón de algún otro,
es que el perdón consiste solo en darte cuenta dentro de ti mismo
de que nunca hay, y nunca puede haber,
nada que perdonar.
El tema ni siquiera surgirá.
¿Y qué hay de “perdonarte a ti mismo”?
¿Debes perdonarte a ti mismo cuando cometes un error?
¿Debes perdonarte a ti mismo por no estar totalmente iluminado?
¿Qué haces si sientes que estás equivocado,
que has ELEGIDO dolor, enfermedad, o daño?
Estás creyendo en tus pensamientos que te dicen que,
si estuvieras más avanzado,
si estuvieras totalmente iluminado, por así decirlo,
entonces no podrías estar sintiendo dolor.
Y por tanto concluyes que debes ser malo, que debes estar equivocado.
¿Ves que es lo mismo?
Si puedes llegar a un momento de frustración,
y calificarte a ti mismo de malo,
o de imperfecto, tal y como tú lo entiendas,
entonces, tu hermano se convierte igualmente en alguien capaz de ser malo, de
errar.
Así, generas rabia hacia ti y hacia él,
y ocurre exactamente de la misma manera, aunque quizás sea más sutil,
que cuando eliges perdonarle,
o culparle, por hacerte algo a ti.
¿Hay alguna diferencia
entre acusar a tu hermano por hacerte algo a ti,
y culparte a ti mismo por algo que TÚ te has hecho a ti mismo?
Tú eres el Hijo de Dios.
Eres la expansión de la Mente de Dios.
Eres un ser todopoderoso, un ser de Luz,
un ser de absoluta verdad y absoluto Amor.
No hay nada que puedas desear o necesitar.
Y tu único propósito en esta tierra
es soltar todo lo que te impediría comprender
que lo que acabo de decir es cierto.
Al final, como tu perdón es tu salvación,
y como tu perdón es la salvación del mundo,
tu perdón solo perdona todas esas cosas
que podría parecer que, de alguna manera,
te apartan del conocimiento de que tú eres
el invulnerable Hijo de Dios,
un ser de Luz y de Amor.
Toma esta idea ya mismo, y trata de sentir su realidad.
El verdadero perdón consiste simplemente en desestimar todos esos obstáculos
que parecen separarte de tu herencia,
de tu verdadera naturaleza como el Hijo de Dios.
Regresemos por un momento a la idea de culparte a ti mismo,
y de entonces tener que perdonarte por hacerlo.
Si piensas por un momento,
comprenderás que siempre que te culpas a ti mismo,
todo lo que estás haciendo es tratar con el tiempo.
Cuando escuchas, dentro de tu ser,
la verdad de que eres el Hijo de Dios,
que eres invulnerable,
ya sabes que eres perfecto,
que ese perfecto amor y felicidad SON tuyos.
Pero, lo que sientes cuando vives en esta tierra,
es que el perfecto amor y la felicidad perfecta
SERÁN tuyos.
¿Ves la diferencia?
Lo que te estás haciendo cuando te culpas a ti mismo
por no ser perfecto ahora,
es adorar el tiempo.
En la medida en que alguna vez te sientas frustrado
por no estar totalmente iluminado,
por no estar completamente en paz,
por no estar curado de todo dolor,
de todas las enfermedades y todas la tristezas…
lo que estás haciendo es reafirmar eso que llamas “tiempo”.
Y estás eligiendo el tiempo por encima de la Voz de Dios.
Ahora bien, hacer eso no constituye un mal para ti,
porque tu elección de venir y vivir en la forma humana
es la elección de EXPERIMENTAR tu cuerpo, el espacio y el tiempo.
Y tu perdón te llevará más allá de todos esos obstáculos,
los más importantes de los cuales son tu cuerpo, el espacio y el tiempo mismo.
En tu perdón serás liberado
de la prisión del espacio, del tiempo y de tu cuerpo.
Porque estos son solo productos de los pensamientos que tienes.
Y ya hemos dicho antes, a menudo,
que tus pensamientos no significan nada.
Tu perdón te conducirá a un punto
donde reconocerás, más allá de tus ideas y pensamientos,
que tu cuerpo y que el espacio y el tiempo mismos
son solo tus pensamientos, que no significan nada,
y que definitivamente no son reales.
Por tanto, tú eres libre.
Así, en tu perdón serás libre.
Escúchame bien.
He dicho, SERÁS libre.
Porque yo honro, con amor, tu creencia en el tiempo.
No te llamo “malo” ni digo que estés “equivocado”
por haber elegido ser un ser humano,
para vivir en esta tierra.
Tampoco te consideres tú así.
Cuando te sientes frustrado, cuando te sientes enfermo,
cuando te sientes deforme, cuando sientes dolor en tu vida,
cuando sientes que la vida es compleja y que no tienes respuestas,
comprende que lo que estás haciendo es
creer en el tiempo y en el espacio
principalmente en el tiempo.
Ahora, empieza a sentir dentro de tu ser
que el tiempo pasará.
Entonces, todo lo que calificaste de frustración,
y de miedo, de duda y dolor,
pasará,
pues, en ausencia del tiempo, eso no puede ni existir.
Por un momento juega con este pensamiento.
Imagina que no hubiera pasado;
imagina que no hubiera futuro;
entonces observa qué queda que puedas temer.
Comprenderás enseguida que no hay NADA.
Recuerda esa lección que decía, “No hay nada que temer” (L48).
Cuando escribí esa lección,
sabía que el espacio y el tiempo,
y todos los obstáculos que ellos representan
ante la verdad de lo que tú eres como el Hijo de Dios,
son solo tus pensamientos,
y no significan nada.
Pues tú eres libre.
Por ahora, es suficiente con que estés en un punto
donde comprendes que el espacio y el tiempo PASARÁN.
Y mientras creces dentro de la belleza,
la paz y la alegría del perdón,
esto es lo que estarás perdonando:
el espacio, el tiempo y vuestros cuerpos.
Porque sin todo ello
no te llevaría nada de tiempo comprender
que nadie puede hacerte nada a ti.
Pues tú, junto con Dios, eres el creador del universo.
Y, en ese momento, reconocerás tu libertad.
Por ahora, cuando te sientas tentado de culparte a ti mismo,
comprende que lo que estás haciendo es
tratar de honrar el espacio y el tiempo,
y de honrar pensamientos que, al final,
no significan nada.
Entonces regresa a la lección donde decías,
“No entiendo cuál es el propósito de nada”.
Regresa a la lección que dice,
“La Voz de Dios me habla durante todo el día” (L49).
Y regresa siempre a la lección que dice,
“No hay nada que temer” (L48).
Cuando dejes tus miedos,
que son tu creencia en el espacio y el tiempo,
empezarás a comprender que la Voz de Dios, de hecho,
te habla todo el día.
Y empezarás a oír esa Voz.
En ese momento
vas a ver que la complejidad de tu vida desaparece.
Te encontrarás sabiendo qué hacer,
qué decir y qué ser.
Habrá una certeza dentro de ti.
La certeza te conducirá a la paz.
De la paz vendrá la alegría.
En tu alegría reconocerás que no hay nada que temer.
Y en tu liberación del miedo,
estarás creciendo en el perdón.
Nunca te veas como equivocado.
Solo retrocede y di,
“No entiendo el propósito de nada”.
Entonces haz todo lo que puedas para abrirte a la Voz de Dios,
que te habla durante todo el día.
Cuando te abras, oirás la Voz de Dios.
Y lo único que te aparta de seguir la Voz
es tu creencia en el espacio y el tiempo.
Según escuches la Voz de Dios,
haz todo lo que puedas para decir “No hay nada que temer” (L48).
Pues entonces estarás yendo
hacia tu libertad,
y tu paz,
y tu alegría,
y al amor.
Mas sobre todo no te consideres “malo”, equivocado.
No puedes estar equivocado, pues eres el Hijo de Dios.
Tú eres la expansión de la Mente de Dios Mismo.
Eres la felicidad, la alegría, la luz,
y la belleza del universo entero.
Bendiciones para todos. Eso es todo.
Para escuchar audio: Aquí
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Autor: Brent A. Haskel
Obra: VIAJE MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS
Para escuchar audio:
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